viernes, 15 de noviembre de 2013

[KrisHan] Fēi

Título: Fēi
Autora: Máyica
Género: Romance, Drama, AU
Ráting: +15
Pareja: Yifan x Lu Han


— ¡LU HAN!— grita Yifan, empujando la puerta de madera clara.


Desde la cama, entre las sábanas blancas y respirando con dificultad, Lu Han le lanza una sonrisa débil.

Tiene ojeras, el rostro pálido y perlado por el sudor, del esfuerzo que le cuesta simplemente mantenerse despierto, y su pecho sube y baja casi inadvertido. La enfermedad es patente, demasiada.

Aún así, toma aire, y susurra:

— Llegaste…

Yifan lanza una exclamación, y entra de prisa a la habitación de la clínica. Hace calor, no ha podido descansar durante todo el viaje desde Seúl, y se siente pegajoso por el sudor, pero prácticamente se lanza a los brazos del otro, y entierra el rostro en su pecho, rompiendo a llorar apenas lo hace.

Siente en su cabeza palmadas suaves del mayor, y no puede evitar cerrar las manos sobre la cintura del otro, cubierta por la bata blanca. Se aferra a él, un niño que se aferra asustado a su madre.

Las lágrimas se desbordan de sus ojos, y mojan la tela, y las palmadas se transforman en caricias lentas. Yifan está temblando, y sabe que no es por frío, porque el sol está alto en el cielo, y se ve por la ventana. Siente los latidos del mayor, y quiere quedarse así, oyendo esos palpitares el resto de su existencia, indicándole que el dueño del corazón se mantiene con vida.

Pero sabe que eso no es posible.

Y duele.

— Yifan… ¿qué tal el viaje?— susurra Lu Han.

Yifan no contesta, está llorando. Llora como nunca lo ha hecho desde que su madre lo dejó para siempre, hace años ya, y no se imagina así mismo soportando otra vez el mismo dolor ahora. O el doble, o tal vez un dolor infinito, porque Lu Han es su mundo, su vida, y si se va…

El llanto se hace más fuerte, más desgarrador, más profundo.

— Yifan…

Pero Yifan no escucha a Lu Han, y sólo lo abraza torpemente. Lo estrecha entre sus brazos, intentando protegerlo, porque lo único que quiere en ese momento es que Lu Han se quede a su lado para siempre. Que se queden juntos para siempre.

— Yifan…

El menor se levanta por fin, y se limpia bruscamente el rostro. Trata de enfocar con la mirada a Lu Han, y lo descubre teniendo dificultad para tomar aire. Se apresura a levantarle un poco la cabeza, y lo sostiene con cuidado, como si de lo más frágil del mundo se tratara, como si en sus manos cargara lo más preciado del mundo.

Y es que es así, Lu Han es lo más preciado de su mundo.

— ¿Cómo estás?— logra articular Yifan.

Muerde sus dientes con dureza, tratando de mantenerse fuerte, pero los ojos brillantes cargados de lágrimas de Lu Han lo descolocan, y se rompe de nuevo. Y ahora los dos están llorando, observándose el uno al otro, conectando sus miradas, pensamientos y silencio.

Lu Han es el primero en musitar algo casi ininteligible, pronunciando con cuidado cada sílaba que sale de su boca.

— Yifan… Tengo miedo…
— No… No, no…— Yifan niega con la cabeza, y busca la mano del mayor. Entrelaza sus dedos, que encajan con precisión, y dice tembloroso— No debes tener miedo… Todo va a estar bien…
— ¿Qué viene después, Yifan?— susurra Lu Han— ¿Qué pasa…? ¿A dónde va uno? ¿Va con Dios…? ¿Te voy a ver? Tengo miedo…
— Voy a estar contigo, Lu Han. Voy a estar contigo siempre… Y me vas a ver… Y me vas a cuidar desde allá arriba, ¿sí? Como siempre me has cuidado, como… como siempre has hecho. Y te voy a hablar… Y todo va a estar bien, muy bien…
— No me dejes… Quédate, Yifan, quédate conmigo…

Yifan piensa por un segundo que él debería ser el que dijera eso, el que lo gritara con el aire entero de sus pulmones, pero se reprocha por ser egoísta, porque sabe que es Lu Han ahora el que está más asustado.

A fin de cuentas, es Lu Han el que da un paso más.

Yifan se inclina sobre el cuerpo del mayor, y junta frente con frente, mirándolo a los ojos. Contempla las pupilas, oscuras y misteriosas; los iris castaños, que con el sol se tornan miel; la nariz pequeña, los labios que han perdido un poco el rosa que derrochaba vitalidad…

Pero su boca busca la del mayor, y se posa con suavidad sobre ella. Está húmedo, casi frío, mas Yifan se mantiene inmóvil. Siente debajo de él los pequeños espasmos del cuerpo de Lu Han, y apenas se separan, los siente en su propio cuerpo también. El llanto regresa, y aunque encuentra los labios del mayor nuevamente, el llanto se hace más y más intenso.

Sabe que podría ser la última vez que besa a Lu Han, con éste sabiendo que él lo está besando…



Yifan es despertado por una voz que dice algo en voz alta.

Abre los ojos con cuidado. Aún es de día; el cielo sigue azul celeste y los rayos solares calientan la parte de la habitación que a la vez alumbran.

Está sentado al lado de Lu Han, con medio cuerpo sobre y medio cuerpo fuera del colchón. Incómodo, pero el dueño de la mata de cabellos rubios apoyada en su pecho vale toda la incomodidad sobre la Tierra.

A unos metros, una joven vestida de blanco toma apuntes en una tablilla, y dice en voz alta palabras que Yifan no entiende. En cierto momento, ella voltea la cabeza, y se da cuenta de que es observada por el joven, serio.

— Buenas tardes— saluda, con una sonrisa— Sólo vine a tomar unos datos.

Yifan asiente, sin decir nada, y la puerta se cierra unos segundos después, luego de que la enfermera salga.

— Se ha ido ya, ¿verdad?

Yifan se sorprende de escuchar a Lu Han susurrar; lo pensaba dormido.

— Se ha ido— contesta.

Lu Han levanta la cabeza, lentamente, y mira a Yifan.

— No me gusta la enfermera…— dice despacio.
— ¿Por qué no?— inquiere el menor en voz baja.
— Me mira… raro… Como con lástima…
— Tal vez piensa que eres guapo.

Lu Han sonríe, pero su gesto se torna al instante en una mueca de dolor.

— ¿Qué pasa? ¿Te duele algo?— pregunta el menor preocupado, intentando levantarse— Iré a llamar a…
— No— lo interrumpe Lu Han— Quédate.
— Pero…
— Así es— repone el mayor, trabajosamente. Frunce las cejas, y un jadeo dolido escapa de su boca— Viene y se va… A veces más… A veces menos…

Yifan duda, pero confía en Lu Han. Vuelve a sentarse, y acomoda al mayor, junto a su pecho, y empieza a acariciarle suavemente la cabeza.

— Yifan… me he acordado de algo…
— ¿Qué es?
— ¿Recuerdas… la promesa que hicimos en…? Ese edificio… ése, no sé cómo se llama…

Yifan piensa unos momentos. No, tampoco se acuerda el nombre del rascacielos, pero sí tiene bien grabada la promesa.

— Íbamos a volar— contesta lentamente— Íbamos a hacer paracaidismo tomados de la mano, para sentir lo que era volar.

Lu Han asiente.

— Tendrás que volar solo… Yo no podré…

Yifan besa los cabellos del mayor.

— No pienses en eso ahora.
— Está bien, ya no tengo miedo…— se justifica Lu Han— Estás conmigo… Tampoco te olvides de…— el chico tiene que detenerse a tomar aire— De terminar tu libro, ponle un título bonito… Y la promesa de nunca rendirte… Sólo eso.

Yifan apoya la barbilla sobre la cabeza de Lu Han, y cierra los ojos. No quiere llorar. Lu Han está más calmado, no quiere llorar y desanimarlo de nuevo, no quiere hacerle sentir más dolor del que ya tiene que soportar.

Daría su vida porque Lu Han no sufriera nada de lo que sufre.

Pero la impotencia se adueña de su cuerpo y de su mente, y lo desespera.

El fin es inevitable para todos.

Pero para algunos antes que para otros.



Yifan abre los ojos cuando siente que jalan de su camiseta. Ha estado durmiendo en el sofá al lado de la cama, pero apenas ve el delgado brazo de Lu Han tirando se la tela de su ropa, se incorpora y se acerca desesperado.

— ¿Lu Han? ¿Necesitas algo?

La luna llena ilumina la habitación a través del cristal de la ventana, e ilumina también el rostro de Lu Han, contraído por el dolor.

— ¡Lu Han!

Yifan se acerca hacia el botón para llamar a la enfermera, pero Lu Han gime, y niega con la cabeza. El menor se acerca a él, y le toca la cara. Está mojada por el sudor, y los músculos están rígidos. Y todo Lu Han tiembla, descontrolado.

— Yi… Fan…— su voz es apenas audible, un hilo de sonido que se pierde en el aire— Fan…
— Lu Han, tengo que llamar a la enfermera…
— No— interrumpe Lu Han— No… Te van a decir… que salgas… Quédate conmigo…
— De ahí regresaré…
— No…
Yifan mira los ojos de Lu Han, suplicantes, y se hunde en el negro y el miedo que hay en ellos. Lu Han tiene miedo de nuevo, pero esta vez es aún más fuerte.

Y entiende que no puede irse. No puede abandonarlo en este momento.

— Yifan…— musita Lu Han— Yifan, ven…
— Estoy aquí— responde el mayor.

Y dentro de él, pide que por favor las fuerzas no le fallen. Tiene miedo también, pero no debe preocupar más a Lu Han.

— Ven… Yifan…

Yifan se acerca a Lu Han, tan cerca que siente en su rostro el aire que el mayor respira. Sus ojos cerrados, su boca entreabierta y su piel pálida y sudada componen un cuadro transmisor de mil emociones. Lu Han abre difícilmente sus orbes oscuras por la noche, y se levanta unos centímetros del colchón, con las pocas fuerzas que le quedan, hasta respirar encima de la boca de Yifan.

Lo besa con suavidad, como imprimiendo en los labios del menor todo lo que siente y lo que piensa, sus mejores deseos, sus anhelos y sus fortalezas, sus debilidades y sus virtudes, todo lo que sabe y lo que ignora…

Pero la realidad es que Yifan en ése momento sólo puede pensar en besar a Lu Han para siempre, y no despegarse de él más que para mirar su rostro unos segundos, contemplarlo bajo la lluvia, bajo el sol o bajo la luna, y volver a sumergirse en esa suavidad de sabor y aroma tan conocidos.

— Te amo, Yifan…— susurra Lu Han, siendo depositado sobre el colchón por los brazos de Yifan.

Y las lágrimas salen de los ojos del menor, y su boca tiembla y no puede enfocar con firmeza al otro. Así que susurra:

— Yo también te amo… Siempre…

Y se acerca hasta chocar sus narices, y se queda ahí, ahogándose en los ojos del mayor, para grabar en su memoria los ojos castaños que le hacen sentir tanto, para recordarlos para siempre, para darle fuerzas y para darse fuerzas a él también.

— Adiós, Yifan…— murmura Lu Han— Voy a volar solo…

Su cuerpo deja de temblar. Y sus ojos se cierran, lenta e inexorablemente, para no volverse a abrir jamás.


***


Ha mandado el trabajo en Seúl al demonio, y está acurrucado en la habitación principal del departamento en el que vivía con Lu Han. Sabe que él no va a volver, pero lo siente cosido a su piel, su recuerdo instalado dentro de él a vivir. Y duele.

Yifan llora mientras bebe de la botella de jugo. El líquido se escurre por su barbilla y moja su camiseta, pero él está intentando encontrar en el sabor a Lu Han, está recordando desayunos, juegos, el refresco de los almuerzos que compartían antes de que tuviera que viajar a Seúl por el maldito trabajo.

Separa la botella de su boca y se deja resbalar por la pared, hasta caer sentado al suelo. Hunde la cabeza entre las piernas, abrazándolas con los brazos, y solloza fuertemente, pronunciando una y otra vez el nombre de Lu Han, llamándole, pidiéndole que regrese.

Todo sigue tan igual… La cama tendida, la ropa sobre la silla, la cortina cerrada y el clóset abierto. Todo…

Pero Lu Han ya no está, y eso es suficiente para poner el mundo entero de cabeza, para torcer todo y hacerlo inentendible, imposible de vivir con tranquilidad, de poder siquiera pensar con calma…

Lu Han era todo.

Y ya no está.

Todo huele a él. La cocina, la sala, el baño… La almohada y simplemente todo está inundado de dulce, dulce y fresco Lu Han, impregnado hasta en el alféizar de la ventana.

Yifan se arrastra sobre sus rodillas, y se trepa a la cama. Abraza la almohada como abraza a Lu Han, como abraza su recuerdo y como abraza el olor que entra por su nariz, e inunda su mente.

Duele. Es una herida en medio del pecho, inmensa, que le impide respirar, que le impide ver, pensar o hacer cualquier cosa. Sólo puede sentir dolor, y tratar inútilmente de soltarlo a través de lágrimas, que copiosas mojan la sábana.

Aprieta los ojos, y hunde la nariz. Quiere recordar…

Recordar a Lu Han, entre sus brazos. Recordar a Lu Han, tan cerca que sus narices chocan la una con la otra. Recordar a Lu Han, besándolo suavemente, acariciando con sus manos suaves su nuca, provocándole un cosquilleo divino, que lo eleva de la Tierra…

Quiero recordar a Lu Han, apretando su cintura y jalándolo hacia la habitación. Besándolo posesivo, con fiereza, con poco cuidado, dejando la cordura a un lado. Quiere recordar los susurros de Lu Han en su oído, sus jadeos y sus gruñidos, pidiéndole que le haga el amor…

Quiere recordar sus gemidos, sus uñas arañando su piel, su boca buscando a la suya y sus expresiones del rostro, sus expresiones… Cerrando los ojos, murmurando su nombre, “Yifan”, “Yifan”, “Yifan”… Pidiendo más sin pedirlo con palabras, buscando más contacto sin hacérselo saber… Quiere recordar la lengua del mayor entrelazándose con la suya, ahogando en su boca sus gemidos altos, sus gritos…

Yifan llora, está llorando. Y grita, y lanza la almohada, y tira de las sábanas, y patea la silla y la cómoda. Y rasga las cortinas, avienta la ropa. Sale de la habitación y corre a la sala, y tumba lámparas, adornos… Libros y revistas, golpea muebles, destroza las flores… Cae de rodillas, y grita, grita desde lo más hondo de su ser, grita como si no tuviese consciencia, y como si estuviese hecho únicamente para gritar.

Gritar, gritar, gritar.

Porque estaba hecho únicamente para Lu Han, y ahora que Lu Han ya no está… no le queda nada…

Nada.

Nada más que confusión y dolor.


***


Los toques en la puerta son insistentes, y mucho.

— ¡Yifan, sé que estás ahí!

Pero Yifan no se mueve. Acurrucado junto a un sofá volteado, tiembla violentamente. Hace frío, mucho frío. Pero eso no importa. Sólo quiere morirse, para ya no sentir la herida…

— Yifan.

Una mano se posa sobre su hombro, y el nombrado levanta la cabeza lentamente. Un rostro conocido lo mira preocupado, de cuclillas a su lado.

— ¿Jiaheng?— inquiere Yifan, confundido— ¿Qué haces aquí?
— Estás matándote— contesta su amigo simplemente, con una sonrisa de disculpas en el rostro— Lamento no haber podido venir hasta ahora.

Yifan suspira, Jiaheng tiene llave del departamento.

— Estoy bien.
— No, Yifan. Ha pasado más de un mes… Y sigues sin ver siquiera a tu padre. No contestas llamadas, no abres la puerta… Estás encerrado aquí en este departamento oscuro, hundiéndote más y más en tu depresión...
— Estoy bien— repite Yifan.

Jiaheng lo observa unos segundos, y baja la cabeza.

— Voy a hacer el almuerzo— anuncia.
— Ve a tu casa— repone Yifan— Yo lo hago.
— Voy a hacerlo— insiste Jiaheng.
— Estoy bien— dice una vez más Yifan, intentando parecer serio y sereno.
Pero sabe que con el cabello revuelto, con la ropa sucia y con las marcas de lágrimas en el rostro no debe verse muy normal. Tal vez incluso haya más, como tener medias diferentes, o los ojos rojos y llorosos ahora mismo.

— Voy a hacer algo de carne— dice Jiaheng, y entra a la cocina— Ve al baño a lavarte.

Yifan gruñe y cierra los ojos. Quiere que Jiaheng se vaya.

Jiaheng es un amigo. Tiene su misma edad, y es alto también. Su cabello es oscuro, y su voz es grave. Es inteligente y perseverante. Eso quiere decir que no va a irse así sin más, va a encontrar una manera de insistir e insistir, de porfiar y porfiar hasta quedarse, hacer el almuerzo, la cena y quién sabe qué más. Y Yifan ahora mismo sólo quiere quedarse sentado, y dormir, para olvidarse un rato de todo…

— Oye— una voz hace que abra los ojos con lentitud— Al baño a lavarte, AHORA.

Jiaheng tiene puesto un delantal, y tiene los brazos cruzados delante de su pecho.

Pero Yifan recuerda a Lu Han en esa misma posición, mirándolo con una ceja enarcada porque es sábado y Yifan no deja el trabajo, y Lu Han quiere almorzar tranquila y alegremente, sin preocupaciones.

— Yifan, deja eso y ven. Hoy he hecho cerdo agridulce, quiero que me digas qué tal está...

— Yifan, vas y te bañas, y te pones ropa limpia.

Yifan resopla, pero dos manos toman las suyas y lo obligan a ponerse de pie.

— Andando.

Las mismas manos lo toman por los hombros y lo empujan hacia el cuarto de baño. Una toalla le cae en la cabeza, y una camiseta lo mismo.

— Apúrate, estaré en la cocina— dice Jiaheng, dándose la vuelta— Media hora, Yifan, o vendré yo mismo y te bañaré.

Yifan cierra la puerta del baño y le echa el pestillo. Apaga la luz que Jiaheng ha encendido, y se sienta sobre la tapa del inodoro.

Así está mejor.



— ¡Abre la puerta!— toques fuertes— ¡Ábrela, Yifan, hazlo ahora mismo!— toque más fuertes— ¡Las llaves están en la cocina, así que no te sirve de nada tener la puerta cerrada!

Demonios, Yifan no había pensado en eso.

Pero si las llaves están colgadas en la cocina, ¿Por qué entonces Jiaheng no las coge y abre la puerta? En vez de eso, lleva tres minutos afuera del baño, golpeando una y otra vez, diciendo “abre, abre” mil veces.

— Yifan, ábreme, por favor.

La voz de Jiaheng es suave. Está calmado. Yifan sabe que lo de antes es por su eterna preocupación, pero ahora tampoco hace ademán de levantarse y abrir.

Está bien solo.

— Yifan, por favor… No has estado comiendo— Jiaheng suspira— Sólo ábreme la puerta, ¿sí? Por favor…

Yifan es el que suspira ahora, y se pone de pie con reticencia. Abre la puerta, y regresa rápidamente a su lugar sobre el inodoro.

— ¿Yifan?

Jiaheng entra al cuarto de baño.

— No prendas la luz— murmura Yifan.
— No lo haré si no deseas que lo haga. Pero sí ven a comer, por favor. Al menos algo, si te sientes mal lo dejas, pero come aunque sea un poco… Por favor, Yifan…

Yifan no contesta, sólo abraza sus piernas, y cierra los ojos.



Las sábanas están limpias, y la camiseta que está usando como pijama huele a recién lavada. La ventana está ligeramente abierta, y Yifan puede ver la luna sonreírle desde allá arriba. No hay muchas estrellas, y el cielo es tan grande…

¿Qué será estar en él?

La promesa que hizo con Lu Han, y que éste se encargó de hacerle reafirmar su último día le vuelve a la cabeza.

— Yifan, algún día hay que volar.
— ¿Volar?
— Sí, ya sabes. Vamos en un avión y nos lanzamos. Tomados de la mano, porque le tengo miedo a las alturas… No tanto, pero sí un poco. Y luego abrimos nuestros paracaídas y caemos a tierra como en las películas.
— Ahh, en paracaídas…— Yifan suspiró aliviado.
— ¿Qué pensabas? ¿Saltar así no más? Pff— Lu Han rodó los ojos, y lo jaló de la mano— Ven, hay que dar vueltas.

Yifan está llorando de nuevo. Se encoge en la cama, se abraza las piernas. La cama del cuarto de huéspedes no huele a Lu Han, y eso ayuda a que la nariz no cosquillee tanto, y las lágrimas sean más calmadas.

Jiaheng se ha quedado todo el día. Ha hecho el almuerzo, ha lavado ropa, ha puesto todos los libros en el estante y ha hecho una limpieza general de la mitad del departamento. Dice que mañana terminará. Incluso se ha quedado hasta ahora, está durmiendo en el sofá de la sala.

Pero antes de darle las buenas noches, le ha dado un abrazo muy fuerte, y le ha dejado llorar en su hombro. Dice que el dolor va a pasar. Dice que Lu Han lo está protegiendo desde allá arriba, y que no debe gustarle nada verlo sufrir tanto. Además, ¿qué gana con sufrir? Debería estar cumpliendo las promesas que le hizo a Lu Han, debería estar con la frente en alto, debería estar tranquilo. Lu Han ya no está sufriendo por su enfermedad, ya no le duele nada, ya no está con fiebre y con escalofríos, ni con pesadillas, o medicinas y más medicinas.

Lu Han está bien, y Yifan debería también intentar estarlo.


***


Le da un abrazo a Jiaheng, y le sonríe. No una sonrisa forzada, una sincera. Le palmea la espalda cariñosamente, y le agradece en voz baja.

Ha pasado otro mes, y Jiaheng se instaló a vivir en el departamento. Se volvió cocinero, señor de limpieza, de lavado, planchado, ordenado y otras cosas, y volvió un poco a la normalidad la vida de Yifan. Pero tiene que irse, y Yifan lo entiende.

— Confío en ti, Yifan— dice Jiaheng— Cuídate.

Yifan habrá vuelto al camino, pero aún le hace falta Lu Han. En el desayuno, en el recoger el periódico, en el baño, a la hora de tender la cama, de almorzar, de tomar café… Pero lo había entendido. Tal vez nunca dejase de extrañarlo, pero debí continuar, ¿no? Lu Han no había sido nunca partidario de ver a la gente triste, porque eso lo pondría triste a él también…

Así que sonreír, esa era la nueva meta.

— Tal vez me vaya de aquí— repone Yifan, pensativo.
— ¿A dónde?— pregunta Jiaheng curioso.
— Lejos.
Yifan siente sobre él la mirada de Jiaheng, y luego lo ve asentir.

— Cuídate, ¿sí?— pide.
— No tienes que pedírmelo— contesta Yifan— Tú también cuídate.

Yifan no espera a ver por la ventana a Jiaheng cuando salga del edificio; sabe que no lo va a ver a nadie. Dando media vuelta, se dirige hacia su portátil. Una novela que modificar y terminar lo espera.


***


Yifan echa una última mirada al departamento. Está ordenado e impecable, tal y como lo estuviera cuando empezaron a vivir ahí. Pero ahora cada pared, cada azulejo, cada adorno de mesa y cada pintura están llenas de Lu Han, y Yifan no se siente capaz de vivir ahí, con Lu Han tan presente y tan ausente a la vez, tan cercano y tan lejano.

Cierra la puerta detrás de él, y baja las escaleras hacia el primer piso. Sale, y contempla el edificio, y le dice adiós en silencio.

Camina hasta el paradero, y el autobús que espera no tarda en llegar. Hace un día precioso: el sol brilla en la bóveda azul celeste despejada, y los árboles al lado de los que pasa el vehículo son verdes. Los niños juegan en los parques, y una brisa fresca entra por la ventana entreabierta, agradable a su rostro.



Baja del autobús, y camina con una sonrisa unas cuadras. Llega a una zona de edificios, y entra a uno de ellos. El ascensor es de paredes transparentes, así que puede ver Beijing en su ascenso. Está tranquila, calmada en un día de verano.

La azotea es amplia. No hay ningún muro en los bordes, y no hay tampoco edificios de la misma altura, así que todo lo que Yifan ve delante de él es cielo, azul claro, como el de una pintura.

— Yifan, algún día hay que volar— dice Lu Han, estirando una mano al firmamento.
— ¿Volar?
— Sí, ya sabes. Vamos en un avión y nos lanzamos. Tomados de la mano, porque le tengo miedo a las alturas… No tanto, pero sí un poco. Y luego abrimos nuestros paracaídas y caemos a tierra como en las películas.
— Ahh, en paracaídas…— Yifan suspiró aliviado, y asintió.
— ¿Qué pensabas? ¿Saltar así no más? Pff— Lu Han rodó los ojos, y lo jaló de la mano— Ven, hay que dar vueltas.

Yifan sonríe, y estira los brazos hacia los lados. Y con los ojos cerrados da vueltas, muchas vueltas. Es exquisito, pero lo sería más si tuviese unas risas agudas e infantiles de música de fondo.

Yifan abre los ojos, y camina. Lu Han debe estar contento allá arriba, en medio del cielo.

Tal vez... Tal vez sí llegó a volar.

Tan lejano y tan cercano al mismo tiempo, el cielo es la eternidad.

Yifan llega al borde, y estira una mano hacia el cielo.

Ya no duele la herida, ya no hay dolor. Por primera vez en mucho tiempo, respira con calma. El aire inunda su pecho, y sale lentamente. La saliva pasa con normalidad por su garganta, y sus hombros se relajan sin impedimento alguno.

Una lágrima corre sobre su mejilla, pero una sonrisa se hace presente en su rostro.

— Lu Han— susurra, casi sin oírse él mismo— algún día… hay que volar juntos…



Y da un paso más, sin vacilar, y se deja caer al vacío...

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