Título: Come and meet me (in the sky)
Autora: Maya
Género: AU, Drama(?)
Ráting: +15
Personajes: Jung Hoseok (J-Hope) & Min Yoongi (Suga)
Notas: Escrito a pedido, para Andrea. Es la primera vez que escribo esta pareja, me ls pusiste difícil.
Yoongi
camina entre el pasillo de toallas sanitarias femeninas y el de productos desodorantes,
sosteniendo en una mano su canasta con un frasco de agua de café instantáneo y
un tinte negro para el cabello. Volviendo los ojos hacia arriba, nota algunas
hebras finas de cabello largo llegando a pasar su frente. Es necesario ya un
corte de cabello, preferiblemente uno que le permita jugar con beanies y gorras
sin que se le forme un bulto de cabello.
Es
entonces cuando pasa por la zona. Los
hay de todo tipo, normales, con espuelas, máxima duración, ultra delgados…
Claro, en esa zona no todos son condones. En esa zona en especial está Jung
Hoseok, de cuclillas frente a la estantería, leyendo con cuidado las
indicaciones detrás de una pequeña caja roja.
Y
decide que no va a estar de más molestar al menor.
— Las de espuelas son buenas— dice, en voz alta, y Hoseok cae
sobre su trasero, girando su cabeza tan rápido que Yoongi se sorprende que no
haya sonado una articulación.
Hoseok es bailarín, claro. Es flexible. Es flexible en muchos
sentidos.
A la memoria de Yoongi acude una imagen inmediata de una
cama, con un cuerpo desparramado sobre ella, respiraciones agitadas y piel
tostada debajo de una bastante blanca, y el aire se le corta por un segundo.
Hoseok yace sentado, aplastando la caja roja con la mano
contra el suelo, porque, en la vida misma, se hubiera imaginado encontrarse a
Min Yoongi en esta misma tienda, en esta misma sección, en este mismo día y a
esta misma hora.
Hoseok lo mira entre sorprendido y asustado. Y es en serio,
porque está asustado. Encontrarse a Min Yoongi significa encontrar muchas cosas
aún, muchas cosas a las que todavía no quiere encontrar, y muchas cosas que no
quiere resolver. Porque Hoseok está aquí comprando condones para su hermano
menor —Dios no quiera que sea tío antes de tiempo— pero Min Yoongi está
comprando condones para… Bueno.
Hoseok siempre trató de tenerlo presente, que él y Yoongi
nunca fueron exclusivos. Nunca fueron más allá de amigos, si es que acaso eso.
Nunca cruzaron esos límites entre la amistad y el dormitorio de quien sea
tuviese el suyo más cerca, ni se tomaron la molestia de cruzar más que las
palabras en las conversaciones de cortesía con alguien a quien has conocido
recientemente.
Min Yoongi es peligroso, y Hoseok nunca fue bueno con las
alturas, ni las cosas peligrosas. Y caer por Min Yoongi es doloroso, y da
miedo, porque Hoseok sigue cayendo en esa espiral de sentimientos por Min
Yoongi.
— ¿Las de espuelas?— pregunta Hoseok, y trata, en serio, de
que la voz no le tiemble— Sí, supongo…
— Depende de lo que busques, claro— continúa Yoongi, con esa
sonrisa ladeada que deja ver que sabe lo que ha provocado en el otro— Sabes que
sigues haciendo el ridículo, ¿verdad?
En entonces recién que Hoseok se percata de que sigue sentado
en el suelo de baldosas blancas del supermercado, en el pasillo de productos
higiénicos femeninos, y sus siguientes segundos son usados para levantarse,
sacudir su pantalón, farfullanfo por lo bajo, y, lo peor, sentir la mirada de
Min Yoongi sobre la de él todo el tiempo.
Y es que Hoseok se ve bien todo el tiempo. Claro que algunas
veces se ve mejor que otras. Eso es lo que piensa Min Yoongi. Y ver a Hoseok,
sentado en el suelo, con las piernas entreabiertas, produce una de las imágenes
más vívidas en su cerebro, y es una de las tantas razones por las cuales dormir
con Hoseok es diferente.
No han hablado en cerca de dos semanas, principalmente porque
Yoongi ha estado encerrado en su estudio, comiendo y durmiendo ahí mismo por
tres días seguidos, y luego se ha dedicado a ordenar la casa, recibir una
anticipada y no tan sorpresiva visita familiar —aunque él la había olvidado,
por lo que cuenta como sorpresiva—, y Hoseok no parece tan culpable en haber
leído el último mensaje que Yoongi mandara en la conversación por teléfono
móvil de ambos, y haberla dejado sin respuesta. No, no parece culpable.
Hoseok mira el paquete de preservativos, ya aplastado, y
suspira. Lo pone en su canasta de compras, que más que nada tiene víveres para
la semana: pan, yogurt y algo de frutas, y hace la acción con un sonrojo en las
mejillas que el inconsciente de Yoongi se atreve a calificar entre las cosas
que le quitan el aliento.
Yoongi sonríe satisfecho, y toma una caja más de la zona de
preservativos, esta vez una púrpura, lanzándola a la canasta de Hoseok. Éste
mira extrañado la nueva caja.
— Pronto— promete Yoongi, en voz baja, con esa sonrisa a la
que Hoseok teme y adora a la vez— Pronto vas a querer utilizarla.
Hoseok toma la caja de vuelta, intrigado, y se da de cara con
que son los preservativos ultra-sensibles. Entonces, la aprieta, sin arrugarla
esta vez, y la tira de vuelta a la estantería.
— No quiero— suelta de sopetón, tratando de que no le tiemble
la voz, y, por enésima vez en estas dos semanas, tratando de que su convicción
no le falle en el peor de los momentos.
Porque hay razones por las cuales Hoseok no ha contestado
estas dos semanas, y por las cuales su teléfono está sin batería ahora mismo, y
por las cuales ni siquiera piensa en ponerlo a cargar. Hay resoluciones tomadas
que no deben variar en lo absoluto, por más tentación que haya. Así que Jung
Hoseok toma la pequeña caja púrpura de su canastala y la lanza de nuevo a la
estantería.
— No los necesito.
La mirada que Yoongi le ofrece no es la más amistosa, y un
escalofrío recorre la espina dorsal de Hoseok. Resolución, se repite, decisión.
No es tan sencillo cuando Min Yoongi, Min
Yoongi, está frente a él, con la lengua relamiendo sus labios delgados, y
con esa mirada desencajada que parece una contradicción inmensa con lo primero,
pero ése es Min Yoongi para Hoseok, gracias.
— Ah— exhala aire Yoongi, acercándose a la oreja del menor—
Pero los vas a necesitar.
Hoseok tiembla. Yoongi está seguro de eso, y está seguro del
efecto que provoca en el menor. Lo que no se espera, ni en mil años es lo que
sigue.
— No— añade Hoseok, con la mirada decidida, y dentro suyo
parece librarse una batalla campal cuyo resultado está siendo decidido ahora
mismo— No los quiero.
Y Yoongi se da cuenta, de que no es que Hoseok no quiere esa
clase de preservativos. Hoseok está enfadado. Hoseok está molesto.
— ¿Por qué?— pregunta, en voz baja, Yoongi, algo descolocado,
y tratando menos de comportarse como un idiota seguro de sí mismo (porque ahora
mismo no está seguro de sí mismo, para nada).
— No hemos hablado en dos semanas, hyung— la última palabra es pronunciada con molestia, con algo de
veneno impreso en ella— No hemos hablado, y no tenemos mucho de qué hablar.
Yoongi no entiende al comienzo. ¿Es ésta la manera que Hoseok
tiene de terminar la relación de amigos con derechos que han venido teniendo
hasta ahora? Porque, si Yoongi lo profundiza, Hoseok parece más bien dolido.
— ¿Quieres hablar?— inquiere Yoongi, sonriendo de lado de
neuvo, agarrando seguridad, pero una que sólo se va a durar una máscara de
segundos— Hablemos.
— No— repite Hoseok, más alto, y Yoongi se da cuenta de que
la canastilla en la mano de Hoseok está siendo apretada de tal manera que al
muchacho va a dolerle la mano después.
Y, sin más preámbulos, Jung Hoseok se da la vuelta, y deja a
Yoongi en la zona de preservativos y productos desodorantes para hombres,
confundido, descuadrado, y lo peor de todo, aunque no sepa muy bien por qué,
dolido.
Lo peor de todo, damas y caballeros, es que Yoongi sabe
perfectamente por qué duele,
Yoongi ha llamado una, dos tres veces. Hoseok no entiende por
qué. Quizás para Yoongi sí hubo al menos una amistad, y no quiere que las cosas
acaben tan mal entre ellos dos. Pero esa idea es desechada apenas llega a su
mente, porque, Min Yoongi y él, ¿amigos? No. Min Yoongi nunca pensó en él como
amigo, si acaso como conocido. Hoseok no fue más que un simple escape para
cuando Yoongi se sintió estresado, cansado, lleno de angustias y hundido de
trabajo hasta el cuello.
05:26 pm Llamada perdida de Yoongi-hyung
05:44 pm Llamada perdida de Yoongi-hyung
06:01 pm Llamada perdida de Yoongi-hyung
Hoseok puso a cargar el teléfono por la sola idea de tener
algo con qué distraerse, para olvidarse de lo que acababa de hacer —cuando
llegó a casa todavía temblaba un poco—, pero al parecer el efecto había sido
contraproducente.
Llamando
Yoongi-hyung
Se pregunta si tal vez vaya a ser más sencillo decir no una
vez más, definitivamente, o dejar que Yoongi se canse, hasta que llamar y no
llamar se fundan en una línea desdibujada entre la realidad y la imaginación,
Yoongi, claro, no está por las de rendirse. Es más, está
decidido, decidido a no sabe qué, pero decidido. Su respiración es firme, y
paga con la convicción de que esta noche va a hacer algo.
— ¿Va a llevar eso también?
Yoongi baja la mirada hacia donde el guapo joven de la caja
está mirando. Es pequeño, tiene el castaño, y tiene unos labios gruesos, pero
esos mismos labios no hacen sino que recuerde aquellos con forma de corazón,
aquellos que suelen sonreír sin reservas ante cualquier situación.
— Sí, también.
Yoongi entrega al joven —“Jimin”, dice su etiqueta— la caja
de preservativos ultra-delgados que Hoseok ha lanzado a la estantería, porque
Yoongi no se ha contenido al coger el mismo objeto que Hoseok ha tomado con sus
propias manos, aunque éste se haya deshecho de él sin pensarlo dos veces.
Yoongi coge el móvil, y llama a Hoseok apenas sale de la
tienda, pero es mandado directamente al Buzón de Voz. No debería preocuparse
tanto, lo sabe, ellos nunca fueron exclusivos, pero Yoongi nunca ha podido
evitar pensar algunas veces que quizás hubieran funcionado bien como amigos.
Grandes amigos. Yoongi piensa, señores, que Hoseok tiene opinones bastante
centradas, y cuando canta con esa voz suave y grave que tiene, parece una
persona cantándole a un niño, con cariño.
Porque Yoongi ha observado a Hoseok, cuando éste ha
despertado en plena noche o media mañana, y Yoongi ha querido seguir durmiendo,
pero la curiosidad se lo ha impedido, sea en su casa o en la de Hoseok, sea en
la cama o en el sofá. La curiosidad lo ha hecho ponerse de pie y seguir algunas
veces a Hoseok, mientras éste ordena la casa, lava los trastos de la noche
anterior, o prepara algo de desayuno, mientras tararea, o pone algo de música
suave, para no despertar a Yoongi —porque Yoongi sabe de algunas canciones
favoritas de Hoseok que éste pondría a todo volumen si se encontrase solo.
Yoongi vuelve a llamar a Hoseok, y vuelve a hacerlo, y lo
hace una vez más, y estas veces las llamadas timbran una, tres, cinco veces, y
lo mandan una vez más al Buzón de voz. Lo peor es que ni siquiera hay el
anteriormente existente “Hola, soy Hoseok, te llamaré cuando pueda”, sino que
es la misma voz monótona de mujer aburrida la que le explica que la persona a
la que ha intentado contactar no ha podido —no ha deseado— contestarle.
— Hoseok.
Hoseok se ha rendido. Hoseok se ha rendido y ha contestado,
porque no es fuerte, porque no tiene suficiente convicción, y porque no ha
sabido jugar bien sus cartas. Debió destruir el teléfono cuando pudo.
— Hoseok…
Y la última sílaba se alarga más, como protestando el que el
menor no haya contestado.
— Dime, hyung.
— Hoseok, ¿estás en tu
casa?
La voz al otro lado de la línea suena segura, pero expectante
a la vez. Hoseok no sabe lo que espera Yoongi. ¿Qué diga que sí? ¿Qué diga que
no? ¿Qué debería decir?
— Sí estoy— contesta, antes de poder callárselo— Pero no
estoy solo.
Y dice lo último como una exhalación.
— Oh.
Se oye al otro lado de la línea, y la voz se ha tornado fría,
helada, y la gelidez ha llegado hasta Hoseok, hasta provocarle escalofríos
mismo, y formarle un nudo increíblemente fuerte en la garganta, en el estómago
y el pecho, y, oh, Yoongi está resultando ser tan importante, tan importante
para Hoseok, y eso lo asusta, pero a la vez Yoongi es tan importane…
— Entiendo, Hoseok.
Buenas noches.
Hoseok suelta el teléfono, y rompe a llorar, solo, en el sofá
de la sala, con la televisión transmitiendo programación de mala calidad a
estas tempranas horas de la noche.
Yoongi sabe que no tiene una buena excusa —sí la tiene, de
hecho, sólo que nadie sabe de su plan—, así que, observando su reflejo en el
espejo del baño del bar de mala muerte a donde ha ido a pasar la noche, se echa
agua fresca al rostro y se seca con la manga de la chaqueta, porque quién sabe
para qué se habrá usado la toalla que al lado del lavamanos cuelga.
Sale tambaleándose del bar, golpeando adrede a un muchacho
tan borracho que no puede mantenerse de pie por sí solo, y se cierra
inconscientemente la casaca de cuero en cuanto el aire le da en el pecho. Sólo ha
tomado un trago, uno sólo, pero sabiendo que su tolerancia al alcohol, no
quiere arriesgarse a que nada del plan se salga de control. Camina con rapidez
hasta su auto, estacionado en la acerca, y toma aire hondamente antes de tomar
la llave del bolsillo delantero derecho y abrir la puerta del conductor.
La brisa fría golpeándole el rostro lo hace despejarse un
poco, mas no quita el sabor a alcohol de su boca. Eso, con el olor a cigarrillo
y a droga barata, es suficiente.
Cuadra frente al edificio con múltiples espacios, varios sin
usar, y sale del auto con un tambaleo. El alcohol no ha sido bueno, el aire
tampoco. Cierra la puerta del auto de un porrazo, y lanza un grito al cielo.
Avanzando hacia la puerta, presiona el timbre del
departamento que busca, y presiona de nuevo, y presiona una vez más.
— ¡Hoseok!— grita, cerrando los ojos y desgarrándose la
garganta— ¡JUNG HOSEOK!
Hoseok oye los gritos cuando se haya frente al televisor,
observando sin mirar la misma programación estúpida de la tarde. Se frota los
ojos, que arden aún, porque ha dejado de llorar hace rato ya, pero eso no
quiere decir que duela menos. Mas Yoongi está ahí, está abajo, y en Hoseok no
puede evitar nacer esa ínfima esperanza de que Yoongi esté aquí por él, esa misma
ínfima esperanza con la que Hoseok decide terminar antes de que ésta llegue a
ser de verdad.
Se para sin mucha parsimonia, dejándose llevar, porque no hay
sentido alguno en tratar de negarse, en tratar de decir que no quiere que
Yoongi suba y esté junto a él aunque sea un rato, aunque sólo haya venido para
buscar algo de acción y relajamiento a la vez. Presiona el botón para abrir la
puerta principal, la que da a la calle, y se arrastra a baño, a lavarse el
rostro, porque no va a ser bueno presentarse así con los ojos hinchados… pero
ya qué, no tiene sentido, con Yoongi nada tiene sentido ya.
Hoseok abre la puerta, resignado, cuando oye el timbre, y
Yoongi cae de bruces sobre él, apestando a licor barato y a cigarrillos mal
fumados.
— ¿Hyung?
— Hoseok…
La última sílaba es alargada, como en la tarde, esperando a
que el menor conteste.
— ¿Has tomado, hyung?— pregunta lo obvio Hoseok, frunciendo
la nariz debido al olor, y sus ojos hinchados dejan de importarle un rato.
— Un poco...— contesta Yoongi, con una sonrisa floja, como
recordando un buen momento pasado— Sólo un poco…
Hoseok sabe perfectamente que ese “Sólo un poco” deben haber
sido más que un par de tragos, para que Yoongi no pueda mantenerse de pie sin
apoyo alguno.
— Hyung, sabes que no deberías tomar. No te hace bien…
— ¿Has estado llorando?— inquiere bruscamente el mayor,
dejando caer la cabeza a un lado, y gruñendo por lo bajo— ¿Por qué has llorado,
Hoseok? No llores…
Hoseok ignora lo último, y dirige a Yoongi al sofá, a
sentarlo, pero éste sólo parece querer echarse, lo cual hace apenas llega al
sillón para dos personas. Pero se da una vuelta, inconsciente, y cae al suelo,
y se oyen quejidos de dolor.
— Me he caído…— gruñe Yoongi— Hoseok, tu cama es más pequeña
que antes…
Hoseok suspira, y pasa un brazo por debajo de Yoongi,
instándolo a pararse, a ir hacia el dormitorio, a donde no pueda caerse, y
donde sabe que va a terminar pasando algo que va a ir en contra de sus recién
halladas convicciones, pero qué más da, es Min Yoongi, y Hoseok se merece una
última ocasión de… de hacer lo que quiere hacer con Yoongi.
Sacarse la ropa es fácil. Es extraño, porque Yoongi parece
menos ebrio cuando está sobre la cama haciendo esto, lanzando su casaca de
cuero favorita hacia la esquina de la habitación, y quitándose los zapatos sin
siquiera usar las manos. Lo que es más difícil es dejar que Yoongi lo toque, lo
atrape contra la cama, lo bese en el cuello, en las mejillas, en la frente, en
los ojos, pero no en la boca, nunca en la boca.
Lo que es difícil es sentir las manos de Yoongi, frías,
tibias, cálidas, rozar su piel, levantar su camiseta y rozar su cintura, trazar
figuras inconexas, y Hoseok no puede evitar soltar unas pequeñas exhalaciones
de placer. Lo que es difícil es dejar que Yoongi le saque los pantalones, y le
bese las piernas, desde la base hasta los tobillos, suaves besos como
mariposas, deteniéndose en sus pies, casi como con cariño.
Pero lo que es más difícil es sentir las yemas de los dedos
de Yoongi rozar el interior de sus brazos, levantar la camiseta por completo, y
besar su pecho lampiño, besar toda la piel expuesta, tostada por el sol, y besar
justo donde el corazón de Hoseok late, porque ése es quizás su punto más débil
es más de un sentido.
Yoongi prepara a Hoseok con una delicadeza extrema,
introduciendo un dedo primero, cubierto de lubricante, y esperando a que el
menor se acostumbre, continúa con el segundo dedo, y a Hoseok le salen
lágrimas, y entre éstas se confunden las del dolor físico con las del dolor del
alma. Y la posición es la misma, que hoy en el supermercado, Hoseok sentado y
expuesto en toda su gloria a Yoongi.
Yoongi extrae el tercer dedo, haciendo un desastre sobre las
sábanas con el lubricante, pero eso no importa mucho, porque ahora mismo está
buscando con la mirada la caja de preservativos que Hoseok ha comprado sólo hoy
en la tarde, y éste se encarga de sacarla de la mesita de noche, y entregarle
uno a Yoongi, entregársela al tiempo que rompe la envoltura con dedos
temblorosos.
Yoongi entra,
y espera a que Hoseok no haga ningún ruido, se relaje, pero eso es casi
imposible, porque Yoongi sabe, conoce
a Hoseok, y sabe que no hay forma en que vaya a estar de lo más calmado durante
una de estas tantas veces. Así que se toma su tiempo, esperando a que Hoseok no
dé tantas señales de dolor cuando Yoongi empiece a entrar y salir, tomando las
manos de Hoseok, entrelazando sus dedos, mirándole a los ojos con una fiereza
implacable, en contraste con la mirada suplicante de Hoseok, que pide que deje
de doler, por favor, que pare ya de doler en el alma.
Yoongi
entra y sale, con fuerza, instado por los gemidos debajo suyo, por los
sollozos, por los gritos más deliciosos que pueda haber escuchado jamás en lo
que va de su vida, y seguramente en lo que vaya a quedar de ella. Así que
acerca a su boca a la del menor y bebe de ella vida pura, oxígeno que no es
oxígeno pero que parece revivirlo a cada vaivén que sus cuerpos dan al mismo
tiempo.
Hoseok
jadea, cuando puede, porque la boca de Yoongi sobre la suya lo calla de una
manera de la cual él no está dispuesto a quejarse, porque Yoongi está
besándolo, Min Yoongi está besándolo,
y la sensación es una de la que vale la pena deleitarse, porque aun cuando sus
cuerpos se mueven a un ritmo frenético, y el sabor a alcohol, y Hoseok siente a
cada vaivén una sensación de placer que no puede describir, los delgados labios
de Yoongi sobre los suyos, presionando, buscando, calientes, errantes,
absorbiendo todo de Hoseok…
Todo
ello es demasiado. Hoseok siente la respiración de Yoongi sobre la suya, sus
gruñidos, y Hoseok sabe que es su cuerpo el único que provoca eso, no Hoseok, porque,
aunque Jung Hoseok quiera a Min Yoongi, Min Yoongi sólo quiere al cuerpo de
Hoseok.
Y
Hoseok se siente sucio, tan sucio...
— Hoseok…
Hoseok nunca ha oído a Yoongi pronunciar su nombre en estos
momentos, pero se pregunta si es real, acaso, porque él tiene el nombre de
Yoongi en la punta de la lengua.
— Ho…— y Yoongi gime el nombre del menor— …seok…
— Hyung… Ah…
Y es todo a partir de ese momento, los gemidos erráticos de
ambos, el empuje del cuerpo de Yoongi, desacompasado, y la mano de Yoongi sobre
el miembro caliente y expectante de Hoseok, y sabe que Yoongi va a llegar al
final, y Hoseok quiere todo menos que se detenga, así que sigue, sigue soltando
gemidos que sabe cuánto excitan al otro, sólo que, ahora, que gima el nombre de
Yoongi lo excita demasiado a él también.
— ¡Hy-Hyung!
Con un último grito, Hoseok siente
cómo las paredes a su alrededor se vuelven blancas, y todo se vuelve blanco, y sus
fuerzas se pierden y cae hecho un desastre sobre las sábanas. Pero Yoongi no ha
terminado aún, y Hoseok no quiere que Yoongi se quede sin terminar. Mas un
segundo después:
— ¡Hoseok!
Y Yoongi ha terminado, y mira de
soslayo a Hoseok antes de caer rendido sobre él, casi sin poder respirar, pero
con la sonrisa más satisfecha que Hoseok haya podido verle jamás.
Hoseok se levanta a la mañana siguiente con
la esperanza de encontrar a Yoongi de salida, o mejor, que se haya ido ya
completamente, y sólo haya dejado por todo rastro su olor en las sábanas de
Hoseok. Su deseo no es cumplido, sin embargo, cuando descubre algo duro bajo su
cabeza, y un peso sobre su cintura. Y Hoseok tiene miedo a abrir los ojos,
porque éste es un Yoongi al que no conoce, el de ayer fue un Yoongi al que no
conocía. Alcohol una mierda, el alcohol no puede haber sido suficiente excusa
para todo lo que hizo anoche, para todo lo que hace ahora.
— Hoseok…— escucha un susurro.
Y Hoseok abre los ojos, porque ya
para qué tenerlos cerrados, y se sienta sobre la cama de un tirón.
— Buenos días, hyung— dice,
logrando forzar una sonrisa sobre sus labios— Pensé que te habrías ido ya— y
ríe, como en broma, pero sintiendo más que nunca sus palabras.
Yoongi lo está mirando. Es decir,
Yoongi lo está mirando con una sensación extraña, provocándole una sensación extraña, y Hoseok no sabe qué es si es
que lo que siente dentro de sí no es ese
sentimiento grande al que no quiere darle nombre. Mierda, está perdido.
— ¿Café, hyung?— pregunta, tratanto
de deshacer la atmósfera silenciosa— No tengo del que te gusta, no sabía que
vendrías, pero supongo que…
— Hoseok…
— … lo que tomaste ayer necesitarás
algo para pasar la resaca— continúa Hoseok, sin darle tiempo a Yoongi de
hablar.
— Hoseok…
— ¿Te gustaría pan tostado? El
sabor tal vez no sea…
— Hoseok.
Hoseok ha caminado a la cocina
mientras ha estado hablando, pero recién es entonces que se percata que Yoongi
ha venido detrás de él, y se ha puesto de pie exactamente frente a él,
cortándole la respiración, y cortándole la vista, y cortándole el aliento, porque
Yoongi está besándolo, y esta vez no sabe a alcohol, no sabe a deseo, no sabe a
nada más que a puro cariño sobre sus
labios.
— ¿Qué haces?— susurra Hoseok,
cerrando los ojos, perdiendo todo valor ya.
— ¿No puedo hacerlo?— pregunta en
el mismo tono Yoongi, y Hoseok puede imaginarse esa sonrisa ladeada en sus
labios.
— No vamos a hacerlo una vez más—
sentencia Hoseok, aunque sabe que sus convicciones son menos fuertes de lo que
parecen.
— No quiero hacerlo una vez más—
murmura Yoongi, y es entonces cuando Hoseok abre los ojos.
Yoongi lo mira con cariño, y esta
vez sí lo sabe, es cariño, es cariño, es parte de algo grande que no ha sentido
nunca por parte de Yoongi.
— Es decir— carraspea Yoongi,
corrigiéndose— Sí quiero hacerlo, mil veces más, y otras mil. Pero —se apresura
a añadir, al ver a Hoseok a punto de hablar— ahora mismo, sólo quiero besarte. Y
llevarte al sofá, y tomar desayuno contigo, y conversar de nosotros.
Hoseok e pregunta se Yoongi está
alucinando.
— No— contesta, firme, y su voz se
alza aun cuando él no lo nota— No, porque, ¿por qué siempre haces lo que
quieres conmigo? ¡¿Por qué siempre haces lo que se te da la gana conmigo?!
Vienes, y te vas, y vienes, y te vas de nuevo, y luego regresas ebrio, y luego
te vas a volver a ir, porque así eres, así eres y no vas…
— Hoseok— lo corta Yoongi,
duramente, tapándole los labios con un beso corto— Hoseok— lo corta el mayor,
suavemente, tapándole los labios con un beso algo más largo— Hoseok— susurra
Yoongi, besando los labios del menor, con cariño, con paciencia, con afecto.
— No quiero volver a irme, Hoseok.
Yoongi abraza al menor de la
cintura, apoyando su cabeza en el hombro de éste, y Yoongi nunca ha sonado tan
sincero, en verdad, y a Hoseok le dan ganas de llorar, unas ganas de llorar
inmensas, inconmensurables, pero sigue sin entender bien.
— ¿No te vas a ir a dónde?—
inquiere, en un susurro, de soslayo, no queriendo saber la respuesta,
— Jung Hoseok— toma aire Yoongi,
sonriente, mostrando las encías, como sólo hace cuando está verdaderamente
feliz— No quiero volver a irme de aquí.
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